La vitamina C es un nutriente esencial no solo para la piel, sino también para la salud en general, ya que contribuye a la reparación de tejidos, fortalece el sistema inmunitario y es esencial para muchos de los procesos enzimáticos del organismo. El cuerpo no produce vitamina C, por lo que debemos consumirla a diario a través de la alimentación.
En los últimos años se ha vuelto un ingrediente esencial para el cuidado de la piel por sus funciones:
- Es un antioxidante natural: ayuda a la piel a protegerse de los factores externos, ya que neutralizan los radicales libres del cuerpo que provocan estrés oxidativo, el proceso responsable de que la piel se vea con aspecto apagado y cansado. Así, la vitamina C ayuda a prevenir el envejecimiento prematuro de la piel, reduciendo las líneas de expresión. También tiene una potente acción antiinflamatoria y ayuda a incrementar el colágeno de la piel, mejorando su elasticidad y firmeza.
- Previene el envejecimiento prematuro: contribuye a la síntesis de colágeno -una de las sustancias que rellenan la piel- y de elastina -las fibras elásticas de la piel-, lo que ayudan a mantener la estructura de la piel, aportándole un aspecto firme y uniforme y combatiendo la flacidez, las arrugas y las líneas de expresión.
- Reduce y previene la aparición de las manchas cutáneas: actúa sobre la enzima precursora de melanina inhibiendo su acción, pero sin llegar a bloquearla. La melanina es la responsable de dar color a la piel, pero también de las manchas cutáneas que aparecen por la exposición al sol.
Por otro lado, además de la vitamina C, otras vitaminas intervienen en la salud de la piel:
- Vitamina A: tiene un alto poder cicatrizante, proporciona una mayor suavidad en la piel y, al igual que la vitamina C, actúa contra los radicales libres y refuerza las defensas naturales. También proporciona hidratación y ayuda a combatir afecciones cutáneas como el acné y la psoriasis.
- Vitamina B3 (niacina): actúa como precursor de las enzimas antioxidantes en la piel, unificando el tono, mejorando la textura, combatiendo las manchas y las arrugas.
- Vitamina B12: ayuda a la formación de glóbulos rojos, que intervienen en la regulación del tono de la piel y su pigmentación. Una deficiencia hace que no se pueda construir ADN necesario para producir nuevos glóbulos rojos y, en consecuencia, disminuye la cantidad que circula en la sangre y la piel aparece más blanca.
- Vitamina K: además de aportar hidratación, ayuda a mejorar la circulación sanguínea, por lo que actúa contra ojeras muy marcadas y oscuras. También es importante para ayudar a reducir la inflamación, las rojeces y el acné.
Todas estas vitaminas pueden aportarse al cuerpo de forma natural en muchos alimentos, o bien a través de productos para la piel y complementos alimenticios, que han demostrado ser seguros, eficaces y de calidad.